Nací a la juventud en los 70, hija de la decepción latinoamericana. La risa me cura, el humor me sostiene, desde el cinismo a la poesía. No hago otra cosa que leer y escribir desde los siete años.
Publicaciones de Genoveva Arcaute
Liberados para descargar y leer
Genoveva Arcaute nació en La Plata, en 1953 y siempre vivió allí. Sus recuerdos están ligados a la
escuela Nº2, Andrés Ferreyra, al Normal 1, al Jockey, al Club Universitario, a la Alianza Francesa, la
Plaza Italia, la Facultad de Humanidades, y su depto de Filología.
En cuanto a su historial de lectora, puede decirse que comienza con La Pequeña Lulú y otras de las
llamadas mejicanas, revistas que la formaron en el arte del relato: concisión y peripecia. En cuanto
desarrolló musculatura en los brazos pudo hincar el diente –gracias a la ubicua ACME- a los tomos
dorados de la Robin Hood, nada original para su generación. La existencia de un hermano mayor la
privilegió con lecturas para varones, equilibrando un poco tanta Luisa May Alcott o Juana Spyri. Los tomos de Bomba, verdaderos
chorizos seriados, convivieron con los Salgari
sangrientos pero aderezados con romance y los Verne
cartesianos, con tanto globo terráqueo para aprender. Casi tanto como una nutrida colección de
estampillas, con su curso de lenguas comprimido. El pasaje a la adolescencia lectriz –valga el neo- se
verifica con el policial, así, en grado absoluto, envasado por Aguilar en plástico rojo ¿recordará
alguien esos bodoques? Las escritoras, la obvia A.C., pero también la enigmática Allingham y su no menos
intrigante británico Albert Campion y sus griales robados, Dorothy Sayers y su lord Peter (¿era así?), y
sin ninguna clase de sexismo, el gordísimo Nero de las Orquídeas y el apuesto Archie, envenenando
inspectores de envidia. Por ahí asoma Chesterton y
por supuesto, esto es un autorretrato serio, los grandes, al margen de toda la ortodoxia del
bachillerato en Letras del N 1, donde se recomendaba El último perro. Sin ofender a nadie, la autora
leyó en clase –a escondidas- ¿Quién, yo?, tragando lágrimas y moco de la risa. Y todo el Cortázar que había, a los 16. Y Bradbury, y El túnel y Los galgos, Los galgos y Los burgueses, cosa
de respetar el cupo. Para la formación ideológica tomó todo el Jauretche (el nacionalista democrático)
que pudo encontrar, y algunos tomitos de Eudeba sobre las revoluciones latinoamericanas. Sin leer a
ninguno de los autores del boom, -recordemos que dejó de cursar por razones de supervivencia en el 75, y
debió dar libres las últimas materias, frente a profesores llegados de una galaxia oscura y perversa no
muy al tanto de las últimas décadas de escritura en español, se diplomó en Letras en el año del señor de
1977. Sobrevivió todo su exilio interno gracias a la docencia y a un muchacho llamado Jorge (Goyeneche,
también escritor y profesor), dedicando los años de encierro a acopiar y leer las asignaturas
pendientes. Entre sus preferidos se encuentran Rulfo,
Manuel del Cabral, Lezama Lima, Sarduy, Ballard, Lessing, Lispector, Molloy, Despentes, Cixous,
Burgess, Pennac, Beigbeder, Jelloun, Houellebecq, Quignard, Meschonnic, Toni Morrison , y
tantos otros, tantos. Pero también gracias a la revista Humor y las otras de La Urraca, en las que
colaboró durante la gran década 80/90. Y por fin pudo pasar al otro lado, el lado del que escribe y es
leído. ¡Y cómo! Artículos, guiones, pastillas y cabezales que quincena a quincena daban el aire para
respirar, la alegría de escribir y sintonizar con los argentinos bien nacidos. Es sabido que los que se
ríen de las mismas cosas son de algún modo, hermanos. De allí que la sátira sea su elemento natural, aún
rigiendo el lenguaje poético.
Durante la primavera democrática se puso en escena De dulce de leche y de chocolate, obra humorística en
coautoría con Jorge Goyeneche, que dirigió Daniel Dalmaroni y cuyo elenco varió: Marcelo Allegro, Luis
Rende, Diego Aroza, Ricardo Matheos, Claudia Ortiz, Graciela Andrini la representaron en plazas, salas,
universidades. Y resultó premiada en el Festival de Teatro Independiente de 1989.
En 2007 publicó una novela breve, Mandorla, y el poemario Todas somos Frida en 2010 por Huesos de Jibia.
Otros poemas y algunos cuentos también fueron publicados en revistas virtuales.
El poema De la muerte por celos está antologado en La Mujer Rota, Guadalajara (Literalia), selección en
homenaje al centenario de Simone de Beauvoir.
Escribió otra novela, un policial paródico: Biblopista, Tres casos de Doris Milano, Parque Moebius,
2012.
Después vino Diario de inminencia, poemas, en 2015, también por Huesos de Jibia. Sus blogs:
www.revista-humor.blogspot.com, www.somosfrida.blogspot.com
También hizo traducciones del francés para la revista virtual Saltana (Noción del Arte de Paul Valéry y
El filósofo, de Pierre Chesnau).
La editorial municipal platense La Comuna, publicó una recopilación de las notas de Humor con las de
Jorge Goyeneche bajo el título La cosa se complica, en 2018, en ocasión de cumplirse cuarenta años del
primer número.
En 2019 publicó un poemario: Partes del Simbionte (por Densas Producciones, editora artesanal) y una
novela, Kiosko, (por Parque Moebius)
Una más, inédita, un libro de cuentos y muchos poemas, además de traducciones del griego antiguo (las
poetisas que no son Safo y Safo también) es lo que vendrá.
Creo que el único taller, la única escuela de literatura es la lectura, la lectura. En esa escuela nunca te recibís, eso es lo bueno.
Publiqué “Mandorla” en 2007 para romper el fuego; nunca creí en la edición solventada por el autor, pero hay que reinventarse. La poesía me llegó como tormenta en esos años.
Elijo la sátira. Me conmueve el abismo de lo cotidiano, el vacío apabullante del presente, y quiero dejar constancia. Poesía irónica, que despoje lo obvio de su obviedad.